A pesar de las
desdichas insolentes que abofetean mi cara, sonrío.
Sin preocuparme de
las imágenes paganas de efectos retardados de la moral, sonrío.
No temiendo a la
soledad y rehuyendo de toda humanidad, sonrío.
Negando la lágrima
de fuego que subyace de las penas más quemantes que en el alma siento, sonrío.
Cuantos papeles
olvidados con tintas de verdadero amor, de verdadero sentimiento; Mentí, miento
y mentiré, no por amor al arte, si no mas bien por el deseo superficial e indómito de
pertenecer a otra casta, la de justos, de correctos, la de los sueños
terrenales, la de flores y bombones de amargo chocolate, la de poemas y cartas
de amor, la de paseos inconclusos. O me nace o se me muere.
Sonrío ebrio de
licores, sonrío sobre humos lisérgicos, sobre desayunos de opio. Sonrío de mi
palabrería y de mi inconclusa conciencia, sonrío por esconder mi desencajada
presencia. Sonrío para no llorar, para no caer al fondo, sonrío simplemente
para engañar a la tristeza, sonrío con paciencia a la
espera de una fortuna imaginaria, de billetes de paz, de monedas acariciantes.
Hoy más que nunca,
hoy como siempre; ayer fui de alguna, hoy de nadie.