El espasmo universal los volcó hacia ellos,
los toco, los atrajo de la manera que se atrae el sudor y
el cuerpo,
los volcó a verse, a sentir el pálpito de la energía y la
revolución,
los tiño de multicolores boreales, de auroras y de noche,
de arrebol y tornasol, los volcó al interno, los sacio y
los volcó.
Noche de pasos flotantes, de interno y de estrellas
revolucionadas,
¿Fuera para siempre el resplandor, eternizaríamos la sensación?
Mar de viento sur, de fuerza y de universal despliegue,
abrazados por las olas y
vigilados por las piedras, silentes, cómplices y
complacientes.
¿Somos energía en movimiento? Si.
La vereda fue nuestra via láctea, la tomamos y la
transformamos,
Mierda! que bellos nos revolvíamos, que simple nos
entrelazamos,
con que insospechada naturalidad compartimos nuestras energía,
de que manera abrazamos al cosmos quien sin más nos cogió
con su manto,
sin más nos tomo y elevo, nos dejo solos, con la
individualidad bella del ser.
Volvía mis ojos a los suyos, entré en sus pupilas y me encendía
en su piel,
en sus manos, contorneando su oreja y mi nariz, dibujándole
un beso cada ciertos pasos,
cada salto de colores, cada milésima de la enajenación temporea,
eliminamos los relojes, los segundos, eliminamos a cada
uno de los otros,
nos sentimos en libertad, entendimos otra vez la
libertad, nos regalamos un inmenso espacio.
Nunca me he negado al sentimiento, ni miedo le tengo, si
es cuando está en su
primer estado de pureza cuando más nos muestra la belleza
de lo que logran
las energías individuales sumadas, multiplicadas, alienadas
en la noche,
mi piel sintiéndola, su piel sintiéndome, risueña,
volcados a nosotros.
Nos volcó, nos sacio, nos volcó al interno y fuimos
tornasol y arrebol.