y sabes que quedaron atrás, que esas huellas van tras de ti, te rodean, ya no vacilan, te recuerdan.
Pasajeros son los dolores, no son recuerdos siquiera, son
dolores, son serpientes que rodean
tu pectoral emoción, serpentean tus dolores, sin ser
recuerdos serpentean en tu emoción.
Vida de música, recuerdo la melodía, la de pieza oscura,
la de atardecer solitario, viendo
como el sol se marginaba del día y se disponía a replicar
su luz certera en lejana tierra, lejano mar.
Miraba la lluvia, hasta que comenzó a entorpecerme, a
volverse mi rutina, volviéndose ella
misma la rutina oscurecida, el agua turbia que enrarecía mi luz y des-cargaba
mi No-Yo, Ja! No era ella, la lluvia.
El cerro acompaño años de saltos, de carreras, de simular
guerras, el oscurantismo patriótico nos confundió, éramos niños y nos tomo como
posibles seguidores de un atentado asesino, no lo fui ¿lo fueron?
Subí, subo, las paro, a veces no las pago, ni las pagué.
Me llevaron, me trajeron, dormí atónito de alcohol o de cansancio, desperté
perdido en ellas. Las conozco y las necesito y sus letreros siempre me
sorprenden.
Verde, ella es verde o por lo menos ahora lo es, lleva
mis penas, mis alegrías, mis cegadas elecciones, mis humanas insolencias, mi
lápiz. Hace un rato es ella la que me acompaña hasta en los momentos en que
grito mi egoísmo más abismante, ese que derrota cualquier cualidad ajena.
Cuando sumo, multiplico; pero cuando mis acciones restan,
termino dividiendo-Me.
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